El desarrollo de un niño o niña
durante la primera infancia depende esencialmente de los estímulos que
se le den y de las condiciones en que se desenvuelva. Es por esto que en
la etapa comprendida entre los cero y los cinco años de edad es
necesario atender a los niños y las niñas de manera armónica, teniendo
en cuentan los componentes de salud, nutrición, protección y educación
inicial en diversos contextos (familiar, comunitario, institucional), de
tal manera que se les brinde apoyo para su supervivencia, crecimiento,
desarrollo y aprendizaje.
¿Por qué una atención integral para la primera infancia?
El país cuenta con un nuevo marco
jurídico (Código de la infancia y la adolescencia. Ley 1098 de 2006), el
cual marca un hito para la defensa y garantía de los derechos humanos
de los niños, las niñas y los adolescentes. En este marco se reconoce
por primera vez y de manera legal el derecho al desarrollo integral en
la primera infancia (Artículo 29): "la primera infancia es la etapa del
ciclo vital en la que se establecen las bases para el desarrollo
cognitivo, emocional y social del ser humano. Comprende la franja
poblacional que va de los cero (0) a los seis (6) años. Son derechos
impostergables de la primera infancia: la atención en salud y nutrición,
el esquema completo de vacunación, la protección contra los peligros
físicos y la educación inicial".
De igual forma, en la consulta del
Plan Decenal de Educación, luego de un proceso de debate y construcción
participativa, se priorizó el desarrollo infantil y la educación
inicial. El país definió como una necesidad impostergable el garantizar
la atención integral a los niños y niñas menores de seis años;
asumiéndolo como un propósito intersectorial e intercultural en el que
el sistema educativo articule las instancias del orden nacional,
regional y local.
Es así como en el Plan Sectorial
2006-2010 del Ministerio de Educación Nacional, se incluyó el tema de la
educación para la primera infancia, definiéndola como un asunto
prioritario. Conforme con este marco se viene avanzando en la
construcción de una política educativa, que tiene como enfoque la
integralidad. Dicho enfoque implica el trabajo intersectorial para
garantizar el cumplimiento efectivo de los Derechos de los niños y las
niñas, traducidos en cuidado, nutrición y educación para todos.
Por ello, la educación a los niños y
niñas menores de cinco años se viene adelantando por medio de alianzas
intersectoriales. Una de ellas es el convenio interadministrativo con el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), que garantiza la
integralidad en la atención a 400.000 niños y niñas menores de cinco
años pertenecientes a los niveles uno y dos del Sisben. Esta atención se
brindará por medio de tres modalidades que buscan responder de manera
diferencial a las necesidades de los niños y sus familias: fortaleciendo
los procesos que vienen realizándose en los escenarios comunitarios,
abriendo espacios en el sector urbano y realizando un esfuerzo especial
en el sector rural donde no hay ningún tipo de atención para estos niños
y niñas.
La primera infancia es el periodo
propicio para potenciar las capacidades cognitivas, comunicativas y
sociales. El desarrollo educativo en esta etapa influye en un mejor
desempeño en las fases posteriores de la educación, en una disminución
del fracaso escolar y, en consecuencia, en una reducción de la deserción
académica. La concepción que hoy se tiene de la educación para niños y
niñas antes de los seis años es concebida como preparación para la
escuela (aprestamiento) y se caracteriza por prácticas escolares
convencionales que privilegian actividades sedentarias, de repetición y
de memoria.
Al abrir pre-jardín y jardín en las
escuelas del sector oficial no se estaría cumpliendo con el principio de
la integralidad en la atención, que dictamina el Código de la Infancia y
la Adolescencia, ni se garantizaría una atención que asegure los
derechos de los niños y niñas, dado que se hace necesario reconocer que
los menores de cinco años requieren propuestas de atención que satifagan
sus necesidades y respeten sus ritmos (de sueño, de alimentación y de
juego). Esto preferiblemente involucra entornos mucho más flexibles que
los que ofrece una escuela tradicional e involucra personas
especializadas para la atención de esta población.
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